La expansión urbana, el avance agrícola, el cambio climático y el abandono de animales no son solo fenómenos aislados: son fuerzas que están redibujando el mapa de nuestras interacciones con los demás seres vivos. Y, cada vez más, esas interacciones están marcadas por conflictos. ¿Cómo convivimos con la fauna silvestre cuando compartimos espacio, recursos y enfermedades? ¿Qué papel juegan los animales domésticos, como los perros, en este entramado? ¿Y cómo se puede proteger, al mismo tiempo, la salud de las personas, los animales y los ecosistemas?
Estas preguntas son el corazón del artículo publicado en BioScience por un amplio equipo internacional de investigadores y liderado por Jonathan Salerno. Desde una mirada transdisciplinaria, el estudio propone una hoja de ruta para enfrentar uno de los desafíos emergentes más complejos: la convivencia entre humanos, animales domésticos y fauna silvestre, vista desde la perspectiva integrada de One Health.
Figura 1. Coexistencia como objetivo del enfoque One Health, en la intersección de la salud humana, la salud de los animales domésticos y silvestres, y la salud del ecosistema. Adaptado del artículo original (BioScience, 2025).
Una salud, muchas especies, un solo territorio
El concepto de One Health no es nuevo: reconoce que la salud humana, animal y ambiental están profundamente conectadas. Pero este estudio va más allá. Propone un enfoque más completo y operativo, donde la salud de la fauna silvestre, la de los animales domésticos y la de los humanos son inseparables, y todas están sostenidas por la salud del ecosistema.
Este marco tiene implicancias profundas. Significa que los problemas que antes se abordaban por separado -como los brotes de enfermedades, los ataques a ganado o la destrucción de hábitats- deben entenderse como síntomas de un mismo sistema en tensión.
Cuando los conflictos no son solo entre especies
Uno de los aportes clave del estudio es mostrar que la convivencia humano-fauna no solo genera conflictos entre humanos y animales, sino también entre personas. Las diferencias de valores, experiencias, intereses y acceso a recursos generan tensiones sociales intensas sobre qué hacer con la fauna, cómo regularla, y qué modelos de coexistencia queremos o rechazamos.
Este conflicto social puede llegar a ser tan o más destructivo que el propio daño físico causado por los animales. La investigación señala que ignorar estas divisiones humanas complica aún más cualquier intento de resolver los conflictos con la fauna, y puede incluso amplificarlos.
Figura 2. Tipos de conflicto en la convivencia humano-fauna: directos (con la fauna), indirectos (consecuencias en salud y economía) y sociales (entre personas por el manejo de fauna). Elaboración propia a partir de Salerno et al. (2025).
Perros, predadores y daños invisibles
Uno de los ejemplos analizados en el artículo -y de especial relevancia para nuestro trabajo en Inmab- es el caso de los ataques de perros a animales de granja. Aunque a menudo invisibilizado en las agendas públicas, se trata de un fenómeno documentado en muchas regiones rurales del mundo.
Los ataques pueden provocar lesiones graves, abortos, muertes y pérdidas económicas significativas. Además del daño directo, los animales que sobreviven sufren estrés crónico, disminución de peso y de fertilidad. Pero el impacto no termina ahí: las personas que crían y cuidan esos animales también sufren emocional y económicamente. En zonas vulnerables, esto se traduce en inseguridad alimentaria y deterioro de la salud mental.
Aunque no es el eje principal del estudio, este caso sirve como muestra clara de cómo animales domesticados, fuera de control o sin supervisión, pueden actuar como depredadores en sistemas productivos, y cómo eso genera consecuencias para múltiples formas de salud.
Cambio climático y nuevos paisajes de conflicto
El artículo también advierte que el cambio climático está alterando profundamente estas relaciones. Sequías, cambios en patrones de lluvias y temperaturas extremas afectan la disponibilidad de alimentos y agua, modifican los patrones de movimiento animal y provocan nuevos puntos de contacto (y conflicto) entre humanos y fauna.
Los impactos no se distribuyen por igual: afectan más intensamente a las comunidades del sur global y a quienes dependen directamente de actividades como la ganadería, la agricultura o la recolección. Sin embargo, la ciencia y las políticas aún no han adaptado suficientemente sus marcos para integrar estas nuevas formas de riesgo y conflicto derivadas del clima.
El territorio como espacio de encuentro... y fricción
A lo largo del planeta, la transformación del uso del suelo -ya sea por urbanización, infraestructura o agricultura intensiva- está cambiando cómo y dónde nos cruzamos con los animales. Los límites entre lo silvestre y lo urbano son cada vez más difusos.
Estos "bordes" son focos frecuentes de conflictos: colisiones en carreteras, transmisión de enfermedades, ataques a animales de compañía, y daños a cultivos o ganado. Pero también son zonas clave para encontrar soluciones. El artículo destaca que asegurar la salud en estos espacios compartidos requiere integrar conocimiento ecológico, social y técnico, e involucrar a quienes viven y gestionan esos territorios.
Coproducir soluciones: ciencia, comunidad y tecnología
Frente a este panorama complejo, los autores proponen una agenda de investigación transdisciplinaria, basada en la colaboración real entre científicos, comunidades, tomadores de decisiones y otras formas de conocimiento (incluyendo saberes tradicionales). Esta coproducción es vista como esencial para generar respuestas justas, eficaces y sostenibles.
Además, se reconoce el papel de la innovación tecnológica, desde herramientas digitales hasta estrategias tradicionales como cercas vivas o colmenas como disuasores de fauna. Eso sí: la tecnología debe estar guiada por las prioridades y contextos locales, no impuesta desde afuera.
Una oportunidad para hacerlo distinto
El estudio no busca sembrar alarma, sino ofrecer una vía para hacer las cosas mejor. Propone integrar la coexistencia con fauna silvestre dentro de los grandes marcos globales de salud, conservación y desarrollo sostenible. E insiste en que la investigación futura debe priorizar la justicia, la equidad y la participación.
En Inmab, compartimos esta visión: no se trata de eliminar el conflicto, sino de comprenderlo, gestionarlo y reducir sus impactos. Porque vivir con otros animales es un hecho ineludible de nuestro tiempo. Lo que está en juego no es solo la salud de "los otros", sino nuestra propia salud, bienestar y seguridad como especie.
Figura 3. La convivencia entre humanos y fauna silvestre ocurre a lo largo de gradientes de uso del suelo. Cada transición (de áreas naturales a espacios urbanos) genera nuevos puntos de contacto, riesgo y conflicto, pero también oportunidades para la salud compartida. Elaboración propia a partir de Salerno et al. (2025).
¿Quieres conocer todos los detalles técnicos y explorar el estudio completo?
📄 Puedes acceder al artículo original (en inglés), publicado en BioScience, a través de este enlace:
👉 https://doi.org/10.1093/biosci/biaf026
Cita: Salerno, J., Aguirre, A. A., Aguirre, L. F., Bonacic, C., Bosco-Lauth, A., Breck, S. W., ... y Crooks, K. R. (2025). Transdisciplinary research priorities for a One Health approach to human–wildlife coexistence. BioScience, biaf026.
© Derechos de autor. Todos los derechos reservados.
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.